Cerro de San Cristóbal, acero corten y desidia almeriense.
Me pregunto a mi edad si ha valido la pena soñar con restaurar los viejos tambores, tapial y almenas de nuestro enorme y bello recinto amurallado. La alcazaba de Almería ha sido injustamente tratada por los almerienses hasta hace muy poco. De pequeño, ya era difícil visitarla, alejada de la ciudad, descuidada y peligrosa ya sea por derrumbamientos, su localización o, simplemente, desconocimiento del monumento y su historia... No es el caso que me trae a esta reflexión sin acritud ni polémica. Ha pasado el tiempo y nos hemos rasgado las vestiduras con las ya famosas planchas de acero corten en dos de los tambores de la preciosa muralla de Jairán. Es tiempo de hablar de ello. Mi opinión, nada técnica sino emocional dice que ya está bien de lamentarse y disparar balas de cañón a enemigos que no lo son. Nací en la calle Antonio Vico. El lienzo de muralla que bajaba por el cerro Laham (San Cristóbal) albergaba personajes extraños y pintorescos de una Almería ya desaparecida. Las extrañas cuevas o abrigos debajo del santo o la pobreza y locura de muchos se confundían en un paisaje decrépito; almenas, tapiales desmoronados, suciedad y cabras paciendo la eternidad de un pasado ya olvidado desgraciadamente. Nade se hizo entonces y hoy, tampoco. Soñé jugando en sus cimas a princesas raptadas, literatura de cordel, leyendas y cuentos de tesoros escondidos que alguno del barrio buscó sin acierto y destruyendo el Patrimonio que a nadie importaba. Nada se hizo entonces y hoy, tampoco. Ahora se ha “remendado” el tapial que cerraba parte del barrio de la musalla. El eunuco Jairán lo hizo. El derrumbe del mismo amenazaba ruina, milagrosamente no cayó y a pesar de la protección oficial del recinto, Decreto de 22 de abril de 1949 y ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español no se actuó hasta hace unos dos años más o menos. La polémica entra ahora en juego. Acero corten, “impermeable al agua” “protección atmosférica” estabilidad a la obra”... Quién da más… Hagan juego, señores. Bueno, no creo que sea para tanto. Demos una oportunidad a un arquitecto y a los esfuerzos por preservar algo que nunca ha importando a nadie. El mañana, dirá si se ha de retirar la plancha; fea, evidentemente aunque, no tanto… Recordemos que algunos escultores utilizan dicho material para sus esculturas, es el caso de Richard Serra, por ejemplo. Edificios emblemáticos con el Museo del Mar de San Fernando uniformiza su fachada con el dichoso acero. Hay un elemento de modernidad, de “escultura arquitectónica” desafiando el paisaje ocre y sediento de la hoya. Respetando todas las opiniones creo, sinceramente, que el futuro del monumento reside en continuar la labor de restauración del tapial hasta verlo morir en Antonio Vico; que esos siete torreones, musulmanes y cristianos desde la ocupación de Alfonso VII en 1147 sea una realidad. Que se urbanice racionalmente todo el barrio y se dignifique su ocupación e incluso, sueño mío, reconstruir el muro hasta una Puerta de Pechina simbólica. Que las quejas vayan por este sitio. Concluyamos el trabajo y realcemos el patrimonio de una ciudad esquilmada. Por cierto, me pregunto si alguna vez habrá una escultura con pedestal para que los pájaros puedan beber el agua remansada en sus pliegues de Jairán, Zuhaír o Muhammad al-Mutasim en nuestro casco histórico. Fueron reyes de Almería. De la Taifa de Almería. Desearía saber algo de ello y, con permiso de vándalos y especuladores, llevar algún día a mis nietos si es que los tengo, a decirles que Almería existió en un Mediterráneo de leyenda. Rafael Jiménez Torres.