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 Imágenes: "Desde Pequeño hasta ahora" |
Título: “El camaleón tiene una historia que contar”
Procesión de la Santa Custodia. Corpus Christi. Rememoro con gran miedo y solemnidad que los hijos de los militares golpistas de la cruzada nacional y los quintos desaforados que padecían la "mili" de entonces custodiaban el Paseo de Almería con sus máuseres calados. Un oficial con botas lustrosas de montar y espuelas se puso cerca de mí esgrimiendo un sable en su mano. Volvió a mi mente esta escena, quizá deformada en el tiempo durante los acontecimientos dle golpe de estado de 1981. Encerrado entonces y durante algunos años en mis lecturas, algo solitario y desarrollando una efervescente fantasía donde peligrosamente confundía realidad y ficción. La televisión era también una salida. Me produjo desde que tengo uso de razón un enorme magnetismo, una salida, horas y horas de ojos como platos intentando aprender y captar el mundo que me rodeaba y, como diría el filósofo polaco Zygmunt Bauman, "vivir en utopía". Las imágenes me sumergían en el acerbo de la cultura popular; conocimiento divulgativo de lo que querían que supiéramos, ocio un tanto infantil y surrealista conforme pasaron los años. Series de televisión no dobladas y en español americano: aventuras espaciales, huídos de las justicia sin culpa alguna, viajes al fondo del mar, animales amigos de los humanos, monstruos de cartón y figurantes con disfraz... Todo valía. Estudio 1. Lo mejor de una televisión cercionada en su libertad visual. Programas para niños. Ilusión perdida. La casa del reloj, los Chiripitifláuticos, más tarde, un globo, dos globos, tres globos y como no, los payasos de la tele. Sin embargo, el momento más esperado y recordado fue el alunizaje del Apolo 11. Esa huella en el suelo lunar de Neil Armtrong está en la memoria de todos nosotros. El 20 de julio de 1969 todavía dormía en mi cuna junto a la cama de mis padres, daba la habitación al pequeño salón donde mis padres y abuelos vieron la modernidad. Algo estaba cambiando. Volvamos a la diapositiva. En ese tiempo olvidado por las brumas de la memoria, me veía en una película de romanos o caballeros que rezaban y se dirigían tremolando sus estandartes hacia una iglesia o castillo. El viejo suelo de adoquines del casco antiguo de la Almería de entonces estaba emparedado ese día de romero y pétalos de flores, donde el incienso tapaba las bocas de las madres, vecinas y exaltados de la patria y de la religión. Silencio y recogimiento en un tiempo extraño de penitencia y paganismo soterrado. Yo estaba en mi papel, quería por entonces quedarme en el seno de la Iglesia, no conocía otra cosa. Me imaginaba a veces como anacoreta encerrado en una cueva oscura o también, cuando el ánimo era alegre, en unas misiones africanas con salacot o en Asía emulando a Marco Polo, un aventurero que conocía y reflejaba en mis sueños. Claro, no olvidada mi primera vocación, la de militar, me veía como soldado de fortuna en la Legión Extranjera o algo parecido. Primera Comunión y unas cuantas más hasta la fecha, no muchas, la verdad. Me fui alejando de ese mundo un tanto "fantástico" conforme crecía y abría mis instintos a la vida. El paso al instituto de segunda enseñanza fue definitivo. La Iglesia quedó atrás, escondida entre las aceras de granito, poyetes de juegos de mi calle y el lúgubre y decadente jardincito ahora abandonado de la casa de Perceval. Primera Comunión y casi la última, cerca ya de la apostasía actual y la lucha contra cualquier forma de integrismo religioso. Después el premio, un chocolate con churros en la antigua Casa Sevilla situada en la calle Granada. Restaurante y hostal donde cenábamos algunos sábados en familia. Todo un evento culinario donde el niño cargado de regalos ex profeso; crucifijos para matar vampiros en los sótanos de algunas de las casas más sólidas de la calle, biblias bellamente encuadernadas en nácar y objetos inútiles y difíciles de recordar centraban un rincón donde apenas se notaba el bulto blanco y regordete que en esos momentos era yo. Sentí lo mismo años más tarde cuando mi hija Marina hizo su Primera Comunión. Creo que fue la única vez que estuve más cerca del cielo de papel y literatura mística que leía en los brevarios y vidas ejemplares de Santos que ahora sé que flirteaban con la herejía. Eso sí, gané un concurso de dibujo algo más tarde reflejando la meditación de San Francisco de Asís en su celda acompañado por un ratón y en un claroscuro que luego trabajé hasta la obsesión cuanto hice algunos cursos de dibujo artístico en la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Almería. Quise ser pintor; logré hacer algunas copias malas en carboncillo y dibujar arquitecturas en plumilla y acuarela. Nada más. Luego me pasé a la literatura. No sé, algún día haré algo bien, mientras tanto, disfrutaré buscando recuerdos en los rincones de mi mente. Hasta pronto.
