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 Imágenes: "Desde Pequeño hasta ahora" |
Título: “El camaleón tiene una historia que contar”
1980. Un año mágico, difícil de olvidar y doloroso a su vez. 2º de BUP. Curso 1979-1980. Pienso que desperté de un largo sueño. Aparentemente los estudios iban bien hasta que se torcieron. Pienso que los errores no son tales sino una parte más del juego. Otras cosas pululaban en mi inquieta mente. Estrenamos un nuevo centro. Moderno y equipado para la época. IES Al-Andalus, cerca del anterior, en el mismo recinto de la vieja Molineta, allí sigue desafiando al tiempo después de sus veinticinco años de vida, celebración a la que asistí hace unos años con gran nostalgia y cierta pena. No encontré a nadie de mi promoción, me sentí como una náufrago a la deriva. Bien. Empezar diciendo algo, no todo, el resto está en el corazón. Conocí a mi segundo amor platónico, destructivo como todos los de esa naturaleza. Qué se le va a hacer, sin embargo, de gran inspiración hacia la palabra escrita que empezaba a bosquejar. Versos malos y llenos de mocos en hojas cuadriculadas. La literatura y el escribir, que son "cosas de la vida y del querer", como dice la copla. Sigamos, conocí además a quién sería mi gran amigo y apoyo en estos difíciles años, Antonio Ramón Hernández. Sigo estando en deuda con él porque aprendí muchísimo a su lado. Las claves de aquel momento irrepetibles por excepcionales se basaron en el amor hacia la Naturaleza; éramos unos apasionados de la geología, aves y botánica, la fotografía, las mujeres - perdición- junto al estudio de la Historia y el cine, siempre el cine. También la música clásica y la música pop en una combinación de géneros tales como jazz, soul o las infinitas variaciones del Rock and Roll; todo ello definió la llamada música disco de los años 80. Rock Sinfónico, sobre todo, Nuevos Románticos, baladas, lo que llamábamos "música lenta" en las discotecas y nuestros queridos Bee Gees, inmortales como todo tiempo pasado. He de deterne aquí. El Rock Sinfónico abrió en mi mente una nueva forma de pensar, escapismo quizá a la rutina diaria, fuente de donde manaba ideas y proyectos recogidos por un lazo de belleza y evocación. Desde la psicodelia al rock experimental y espacial pasando por el Krautrock o el minimalismo; el género sirvió para buscar nuevos mundos dentro de mí. Ensoñaciones y catedrales de cristales, conocimiento y emoción. Recuerdo y sigo escuchando a músicos imponentes tanto solistas como grandes bandas. Algunas de ellas me acompañarán siempre: Kraftwerk, Popol Vuh, Tangerine Dream, Pink Floyd, Alan Parsons, Vangelis, Brian Eno, Mike Oldfiel, Philip Glass, Harold Budd, Kitaro o Michael Nyman, entre otros. Antonio vivía en el centro de Almería. Su padre regentaba la armería que le dejó su suegro, creo recordar. Un recuerdo emocionado hacia éste ya que fallecería tristemente unos años después. Conocí el negocio y los entresijos de las armas, su funcionamiento y arreglos en el pequeño taller contiguo a la tienda. También el deporte de la caza y de la pesca, siempre me han gustado las armas al igual que la Historia Militar, la que me pirra más que a un tonto con una piruleta; traté con todo tipo de personajes de la Almería del momento. Viví con Antonio y su familia sus alegrías y tristezas durante unos cuatro años más o menos. Compartíamos todo excepto las novias que iban sucediéndose sin solución de continuidad a la vez que leíamos y éramos protagonistas de una historia apasionante, la de nuestro propio país y la modernidad que avanzaba en todos los órdenes de la vida. La preparación de un Herbolario en Ciencias Naturales dio lugar a numerosas salidas al campo durante los tres años siguientes; germen de una especie de sociedad de excursionistas que inauguramos y a la que se acoplaron otros grandes amigos del momento. Acampadas y descubrimiento de la fauna y flora en el bellísimo marco del paisaje almeriense de entonces, virgen y lleno de vida. Safaris fotográficos de lagartos ocelados, culebra de escalera, insectos y colores. Además, viajes de uno o varios días hacia todos los sitios inimaginables. En la diapositiva que veis, a Melilla. Quiero contar algo mágico y que se grabó en mi retina y mente. Siento hacerlo, apreciado Hernández, sin embargo he de compartirlo con vosotros. Eran tiempos de fiestas en los IES los viernes por la tarde y noche. Se sacaba dinero para los viajes de estudio de antes. Los padres no daban demasiado dinero y teníamos que sacarlo hasta de debajo de las piedras. Ese viernes tocaba fiesta en el IES Celia Viñas de ahora. Fiestón total, garrafón y pipas. Ligoteo y buenas maneras. Sonaba una canción legendaria, bailable por todos nosotros: "My Sharona" de The Knack (1979) Antonio se enamoró perdidamente de una chica que no conocíamos. Terminó la fiesta entre juramentos de amor y niveles etílicos de ron con Coca cola por los aires. Seguimos a la niña un buen rato, emulando al gran Mike Hammer, perdiéndose definitivamente algo más tarde en los aledaños de la Alcazaba. Entonces, mirando al cielo bautizó a la niña con una estrella querida por nosotros en las noches de campamento. Aldebarán. Volvimos en silencio, jamás supimos quién era ella, sin embargo, me acompañó desde entonces como una quimera, algo lejano que solo puedes tocar con la punta de los dedos. Bueno, sigamos. Cenáculos de reuniones ya olvidados pero de rabiosa actualidad de entonces donde la minoría literaria, artística, fotográfica e "intelectual" del momento se congregaban fuero el Pub la Luna y la Tetería Turandot. Allí se abrió mi mente a nuevas propuestas además de aficionarme al te y a las pastas. Luego llegaron los video clip en pantalla gigante, las novias... tened calma y más tarde os contaré la película. Fue también un tiempo de redacción en la revista del instituto. Revista Al-Andalus. Maquetar y diseñar sus artículos en la multicopia de entonces, no existían las fotocopiadoras. Dibujar la tira humorística porque también dibujaba. Participación y creación del grupo de Teatro del IES Al-Andalus. Ese primer año como tramoyista y tener una carrera significativa en el grupo en los siguientes años, es otra historia que contaré más adelante. Asistir a la Escuela de Artes y Oficios de Almería, bohemia de calles y plazoletas ya desaparecidas... Tantas cosas que descuidé los estudios. Me quedó en Junio y en Septiembre las mismas. Latín, Física y Química además de las odiadas Matemáticas. Repetí pues el curso entrando en una depresión en el año siguiente. Mis amigos pasaban de largo, tendría que compartir clase con los "pequeños", fue desolador. Para colmo voló mi primera novia si es que se puede llamar de esa manera. Un desastre, vamos. En la segunda diapositiva, escapada a los escenarios cinematográficos de Tabernas. Arruinados entonces, contemplaron un pequeño renacer con la película Conan el Bárbaro ya en 1982. Fuimos a buscar algunos restos de los viejos rodajes del Hollywood clásico en Almería a partir de 1961 o del crepuscular género del Spaghetti Western de las cooproducciones hispano-alemanas e italianas que tanto nos hicieron soñar en las calles jugando a "pistoleros e indios". De pequeño siempre me regalaron en Reyes un canana con un par de cartucheras y pistolas de "fistones". Las llevaba puestas hasta la hora de dormir. Además el negocio daban algo de pan y un dinero fácil a los extras almerienses que pululaban entonces por la calle Restoy, cerca de mi casa, buscando unos cuantos duros de jornal, bocadillos y aventuras para después contarlas en las terrazas de verano. Encontré ese abrevadero y me metí en él. Tengo esa cara de pasmado porque compartí su fondo con una enorme lagartija que no paraba de mirarme. Cosas de los extras de cine. Para finalizar, una tercera diapositiva. Esas chicas eras amigas muy queridas. Junto con otros titiriteros del teatro pasamos un fin de semana en la casa de dos de ellas; Alhama de Almería, patria de uno de mis maestros de la política; Don Nicolás Salmerón y Alonso. Días lánguidos, conversaciones entre naranjos y lectura de libretos de teatro. Bohemia y un sabor agridulce. Hay más fotografías, quedan atrapadas entre focos y aplausos mudos.
